alcalde de usme
Sin morbo, John Fredy Vargas, de 30 años, habla de la época en la que trabajó en una empresa de confecciones de ropa interior femenina, revisando cada prenda.
Tenía 9 años y confiesa que nunca se sintió explotado. "Trabajaba de 6 a 11:30 a.m., de lunes a viernes, con un pago justo".
Con su sueldo ayudaba en la casa (vivía con su mamá y sus cinco hermanas mayores) y el hecho de ganar un salario desde tan niño también lo llevó a ser un tipo independiente y organizado.
Pero además de tener plata siempre, sus compañeros de colegio lo envidiaban por las prendas que pasaban por sus manos, por las que le preguntaban con insistencia.
Él les contestaba sin malicia. En ese momento ya había decidido ser sacerdote, vocación que no progresó. Arrepentirse de ser cura, al parecer, le vino por etapas. Primero quiso ser terciario capuchino (monje de comunidad), e inició sus estudios en Medellín con esa compañía.
Luego quiso ser sacerdote secular (administrador de iglesia) y regresó a Bogotá, a estudiar en el Seminario Mayor. Pero le ganó la gana de casarse, aunque no estuviera enamorado y no tuviera una mujer en mente para formar un hogar en ese momento.
La religión lo atrapó desde muy niño. "Sentí un llamado especial en mi corazón", cuenta. Fue acólito y se comprometió con la iglesia.
"Mi vida era levantarme, trabajar a la fábrica, almorzar a mil, ir al colegio, salir para la iglesia, ayudar en la misa, compartir con los feligreses más ancianos y volver a la casa".
Vida de santo. Pero no de bobo. Se preparó para el cargo y lo logró esta vez. "Sé que esto es duro y que puede ser un 'quemadero', por eso hay que trabajar con seriedad".
Graduado en filosofía y teología de la Universidad Gran Colombia se dedicó a la docencia en colegios de Ciudad Bolívar y Usme, localidad que ahora dirige.
Un lugar donde los tonos de verde son absurdos -pese a que ya se ve erosión- y que antes de llamarse Usme y de ser localidad (declarada en 1972 cuando el municipio se unió a Bogotá), era Useme, Nido de Amor en lengua muisca.
Vargas es de Ibagué y se vino a vivir a Bogotá a los 8 años, cuando sus padres se separaron. Su papá era político y dice que de allí le viene esta vena. Aunque al oírlo hablar no suena de esta manera, sino más bien como dando un sermón, pero sin sermonear.
Del seminario le quedó lo metódico y una sicorrigidez por no firmar algo hasta que no lo lea, al menos, dos veces, cuenta, mirando la gran cantidad de documentos que tiene en su escritorio y que necesitan, precisamente, su firma, trabajo que hace de noche, cuando nadie lo interrumpe.
De día no hay manera. Se la pasa en reuniones, recibiendo llamadas y hablando con los lugareños.
Tiene alma de político -pertenece al Polo Democrático y fue veedor juvenil de Puente Aranda en el primer gobierno de Mockus-, pero a este ex seminarista de los ojos negros también se le nota vocación de servicio, secuela de su gran fe religiosa.